
Zinedine Zidane se marcha de su último partido de fútbol, nada más y nada menos que una final de la Copa del Mundo, 10 minutos antes de que finalice la prórroga. Pasa por delante del trofeo de campeón sin mirarlo y baja las escaleras que le llevarán a los vestuarios del Olímpico de Berlín entre lágrimas. Le acaban de expulsar. Ochenta mil personas lo han visto en el campo, mil millones más a través de la televisión; le ha dado un cabezazo brutal en el pecho al defensa italiano Materazzi. La jugada pasará a la historia del fútbol, Zizou nunca se olvidará de esos minutos en los que el árbitro consulta con el linier y el cuarto árbitro antes de echar mano al bolsillo. Tarjeta roja. Expulsado justamente, se da cuenta el francés, que ya no puede hacer nada. Por descontado, hubo provocación, pero nunca justificará esos dos segundos de ira descontrolada.
La final del Mundial fue el resumen fiel de la vida futbolística del gran Zidane, lanzó y marcó un penalti a lo Panenka, hizo grandes controles con su habitual elegancia y a punto estuvo de ganar el partido poco antes de su expulsión con un cabezazo que sólo el mejor Buffon fue capaz de parar. Y, luego, la sombra, que siempre le acompañó, la rabia, la brutal desesperación del más grande. No fue la primera vez, pero quizá sí la que más se recuerde.
Au revoir, Zinedine. El fútbol te hizo grande y tú hiciste grande al fútbol, pero los finales felices tendrás que buscarlos en otro sitio.
4 Comments:
se le fue la pinza
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